El gran médico y alquimista Paracelso (1493-1541) decía: “Todas las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia un veneno de un remedio”. En alquimia se considera que una medicina fuera de justa medida puede convertirse en un veneno y, por el contrario, un veneno en justa medida puede funcionar como una medicina. Lo mismo ocurre con aquello que alimenta al ego y a la consciencia, ya que ambos mecanismos internos se alimentan de lo mismo, la diferencia es que el ego toma ese alimento en exceso o en carencia (llevando al estrés y al Miedo) y la consciencia lo toma en justa medida (llevando a la serenidad y al Amor).

Ego y consciencia, Miedo y Amor, estrés y serenidad, todo ello depende de la justa media (recomiendo la lectura de los artículos En justa medida y Miedo y Amor, también disponibles en audio, son el 48 y el 41 respectivamente). En ocasiones es complicado diferenciar estos conceptos, y más cuando hay que trasladarlos al mundo emocional. Una fórmula habitualmente pensada y, aparentemente sencilla, podría ser: el ego es lo malo y la consciencia es lo bueno, pero resulta que no es así. Explicaré por qué.

“La dosis diferencia un veneno de un remedio” (Paracelso)

Hace años, cuando la psicología empezó a considerar el mundo emocional más allá de lo puramente racional, se empezó a hablar de emociones positivas y emociones negativas o, dicho de otro modo, emociones buenas y emociones malas. 

Esto, probablemente, tenía que ver con esa visión y división del mundo maniquea y ¿religiosa? en la que las cosas son buenas o son malas. Si algo es bueno entonces no es malo y si algo es malo entonces no puede ser bueno. Pero en lo que se refiere al ego y la consciencia no es tanto una cuestión de cualidad (bueno o malo) como de cantidad (en justa medida o fuera de justa medida). Un ejemplo: ser bueno es bueno, pero cuando una persona es tan buena que no quiere causar un desaire a nadie y, entonces, a cada persona la trata según cree que ésta espera, esto lleva a que esa “buena persona” no se muestre tal cual es ante los demás y acabe reprimiendo y hasta olvidando cómo es en realidad. “Ya no sé cómo soy, siempre soy como los demás esperan de mí”, he oído comentar en numerosas ocasiones. Entonces… ¿es bueno ser tan bueno?, pues, al menos en el plano emocional, podemos ver que no, porque una persona que finge ante los demás constantemente, para no causar dolor o conflicto, acaba reprimiendo una parte de sí misma y reprimir la propia esencia no puede ser bueno (recomiendo la lectura del artículo Reprimir las emociones negativas o puedes escuchar el audio 44).

Considerar que aquello que alimenta al ego es malo o negativo y que aquello que alimenta a la consciencia es bueno o positivo es un error de partida, ya que ambos constructos (ego y consciencia) se alimentan de lo mismo. La diferencia está en que el ego se alimenta en exceso o en carencia, de modo que llega a provocar en la persona o en los sistemas (pareja, familia, amistades, trabajo, etc.) estados de estrés consciente o inconsciente, mientras que la consciencia se alimenta en justa medida con relación a las necesidades del Ser Interior de la persona en cada circunstancia vital, y eso lleva a una serenidad interior difícil de explicar si no se ha vivido esa experiencia. Lo complicado es darse cuenta de cuándo está comiendo el ego y cuando está comiendo la consciencia.

El primer paso para darse cuenta de todo este proceso es hacerse consciente de que todo es ego y aceptarlo. El segundo paso sería conseguir estar en atención consciente para saber cuándo el ego está actuando, que, por si sirve de referencia, es casi siempre. El tercer paso es darse cuenta de si esa acción o reacción está en exceso, en carencia, en miedo o en estrés (todo ello fuera de justa medida, es decir, como defecto), con lo que sabremos que, en esa situación, se está alimentando al ego, sobre todo si es algo que se repite cotidianamente. Ante este argumento alguna persona podría preguntar: “Pero… ¿qué criterios o factores señalarías tú como determinantes para saber si está en exceso, en carencia, en miedo o en estrés? Porque el propio ego, que es tan astuto en algunos casos, puede llevar a la persona a «justificar» su alimento, de manera que no pueda darse cuenta de que está en exceso o en defecto, o en miedo o en estrés. Esto dificulta bastante el proceso de desarrollo, ya que no se puede poner remedio a algo que no se reconoce previamente”. En este caso la respuesta no es sencilla y la experiencia es un grado. Como yo se lo traslado a pacientes y alumnado, es necesario colocarse en metaposición y observar desde ahí al ego, lo cual resulta un poco abstracto porque… ¿dónde está el ego? Se trata de valorar las propias creencias, ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, sensaciones y relaciones para localizar en qué aspectos se vive un estrés no gestionado y reactivo, un estrés que dura más de lo necesario para la situación. Es cierto que la mayoría de las personas viven de esta manera desde la infancia y puede que nunca hayan salido del territorio egoico, lo que dificulta la toma de conciencia. Un ejemplo sencillo sería el caso de un niño que está comiendo un helado y se le cae. Entonces entra en tristeza. Sus padres le compran otro igual, pero el niño sigue en tristeza porque se le cayó el otro helado y esa tristeza le dura una semana. Es una tristeza fuera de justa medida que ya tenía que haber quedado atrás pero que no ha sido bien gestionada y acaba alimentando al ego.

“Ser conscientes de que todo es ego”

El cuarto paso sería buscar la virtud opuesta al defecto y crear voluntaria y conscientemente la acción virtuosa, de modo que se alimente a la consciencia en lugar de al ego; sería como poner a dieta al ego y darle de comer a la consciencia el mismo plato pero en justa medida. Un ejemplo sería el siguiente: una persona que no puede salir de casa si no tiene hecha la cama puede considerarlo normal (en su mundo), pero si esto hace que llegue tarde a su trabajo o que si se ha olvidado de estirar la colcha dé la vuelta en la siguiente rotonda y vuelva a su casa porque tiene que estirarla, ya llegamos a un exceso, que funciona como alimento del ego. Para dar de comer a la consciencia debería realizar una acción consciente y voluntaria que buscase una justa medida, como puede ser dejar la cama un poco desordenada y salir de casa tratando de que su ego no le obligue a volver. De este modo el ego perfeccionista va cediendo terreno a una consciencia más flexible y tolerante y si, poco a poco, va reforzando esta nueva conducta, se dará cuenta de que implica menos estrés y más serenidad, así como una mayor flexibilidad y tolerancia en ese aspecto concreto y puede que en otros de su vida. Aunque los ejemplos puedan parecer exagerados os aseguro que son reales al cien por cien y me los han contado no una sino muchas veces en la consulta.

El quinto paso sería estar más atentos todavía para que cada vez que el ego vaya a alimentarse de esa acción, la persona pueda pararlo y favorecer la acción voluntaria y consciente de la consciencia, lo que repetido una y otra vez hace adelgazar al ego y fortalece a la consciencia, creando rutas neuronales y engramas cerebrales cada vez más fuertes. La consecuencia de ello sería que el nuevo hábito en consciencia se instala en la mente sustituyendo al hábito egoico, de modo que en lugar de vivir en exceso, en carencia, en miedo o en estrés, se llega a vivir en justa medida, en Amor y en serenidad en esa cuestión concreta.

Contarlo es fácil, hacerlo es complicado, ya que la mayoría de las conductas emocionales y mentales egoicas se aprendieron en la infancia y adolescencia de manera inconsciente e involuntaria y ahora hay que crear nuevas conductas emocionales y mentales para la mente-consciencia de manera consciente y voluntaria, repitiendo una y otra vez el proceso con intensidad, frecuencia, duración y voluntad consciente (recomiendo la lectura del artículo Intensidad, frecuencia y duración o escuchar el audio 58 con el mismo título). Otro factor de dificultad es saber salirse del ego y preparar los alimentos para la consciencia. Aquí es donde la ayuda profesional, tanto terapéutica como de crecimiento personal, puede ahorrar tiempo y esfuerzo, ya que lo mismo que un mecánico puede arreglar una avería del coche que a nosotros nos sería imposible, un profesional de la terapia emocional puede ayudar en estos procesos facilitando mucho las cosas y disminuyendo los tiempos.

En Noray llevamos ya quince años (desde septiembre del 2006) trabajando, escribiendo, transmitiendo y ayudando a las personas, tanto en la consulta terapéutica como en los procesos de desarrollo personal grupales e individuales. Aportamos artículos y audios, videos, libros, charlas, talleres y cursos, amén de la terapia emocional, con la finalidad de ayudar a las personas en sus procesos de sanación y evolución emocional y con el objetivo de que el mundo sea un poco más consciente y un poco menos egoico.

Estés donde estés, si nos necesitas, ya sabes dónde estamos.

José Antonio Sande Martínez

Terapeuta emocional y floral

Noray Terapia Emocional

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