Tres de las cuestiones más importantes a gestionar en el día a día son la energía, el tiempo y el dinero. A menudo las personas viven sus vidas en automático, en una especie de huida hacia adelante intentando llegar vivas al final del día. Otras personas viven a salto de mata, yendo de un asunto a otro sin descansar y sin tranquilidad para hacer las cosas con un mínimo de atención o disfrute. Hay quien vive cada día apagando fuegos y resolviendo urgencias sin tiempo o energía apenas para respirar. Parte de estas problemáticas no se darían si se tuviese una buena gestión de la energía, el tiempo y el dinero (esto sin tener en cuenta que la sociedad, tal y como está montada, impide vivir con tranquilidad y ritmos pausados). Este tipo de gestión tiene mucho que ver con el plano emocional. Hablemos de ello.

“Gestionar implica atender y valorar, pero el control excesivo es contraproducente”.

Empecemos por la energía. Cada persona tiene un nivel y una curva de energía. Hay personas que tienen un nivel de energía alto, otras bajo, otras variable. Esto depende de muchos factores: actitud, descanso, alimentación, actividad física regular, estado emocional, trabajo que se desarrolla, nivel de disfrute, temperamento, etc. Pero uno de los factores más importantes, se tenga mucha o poca energía, es la manera que cada persona tiene de gestionar esa energía. Hay personas capaces de hacer una buena gestión, de modo que empiezan el día en un nivel energético bueno y lo van manteniendo, llegando al final del día sin un gran desgaste.

Modo mantenimiento

Sin embargo, otras personas pueden empezar el día en un nivel muy elevado y terminar el día sin ninguna energía. Es importante entender que la energía de la que dispone el cuerpo no es infinita y se agota, aunque hay personas que (insanamente) la recuperan tomando café, bebidas energéticas o estimulantes (¿por qué está bien visto parar diez minutos para tomar un café o hacer una pausa para fumar un cigarrillo, pero no se pueden cerrar los ojos durante diez minutos para relajarse y descansar?). En la medida de lo posible conviene empezar el día sin prisas, de manera pausada, aunque para ello haya que levantarse media hora antes (y acostarse media hora antes), no ir acelerado y hacer una entrega de la energía de menos a más, es decir, no empezar el día al doscientos por cien, sino ir entregando la energía de manera dosificada para que el cuerpo no se agote.

A lo largo del día puede haber momentos en los que hay que pisar el acelerador o hacer un mayor esfuerzo, pero si se vive permanentemente así, el día a día se convierte en un círculo vicioso de agotamiento, desesperación, frustración y cafés para aguantar hasta el final del día donde, a menudo, esperan unos niños con deberes del colegio, ganas de jugar y mil demandas que sufrirán las consecuencias de unos padres agotados. La entrega de energía ha de ser gestionada para llegar al final del día con suficiente energía para la vida familiar, de pareja o personal. Las sustancias estimulantes aportan una energía extra, pero ésta es artificial y a medio y largo plazo agotan el cuerpo. Empezar el día con un tono energético medio y ahorrar energía para que dure toda la mañana, descansar un rato a media mañana y media tarde, no tomar estimulantes y seguir haciendo una entrega media de energía hasta el final del día puede ser una estrategia válida. El descanso, el disfrute, las aficiones, las amistades y la actividad física regular son la mejor manera de recargarse de energía.

Continuemos con el tiempo. El tiempo es un proceso neuroquímico que hace que cada cerebro lo procese y lo perciba de una manera diferente. El reloj es una manera de consenso que nos ayuda a relacionarnos con los demás, pero, interiormente, cada persona percibe el tiempo de una manera diferente e íntima. Una persona puede decir “llego en un rato” y tardar una hora, mientras que para otra persona un rato pueden ser cinco minutos. No solo eso, sino que la sensación del tiempo transcurrido es diferente según lo que se vive y según quién lo vive, ya que para unas personas un día se puede pasar en un suspiro mientras que para otras un día puede ser un transcurrir lento y pesado. Ahora bien, hay una serie de estrategias que cualquiera puede aplicar en su día a día para hacer que el tiempo sea más rentable y sacarle “tiempo al tiempo”.

Gran parte de la gestión del tiempo se ve mediatizada por aspectos emocionales como la impaciencia, la baja tolerancia a la frustración, el ejercicio de poder, la autoexigencia, el sentido de la responsabilidad, la necesidad de cumplir o el “qué pensarán los demás”. Sin ser consciente de ello, estos aspectos emocionales hacen que una persona viva acelerada, lo que le obliga a vivir el tiempo de manera estresante. Esto solo es un ejemplo del condicionamiento emocional del tiempo. Para solventar esta situación existen estrategias de sencilla aplicación cotidiana que se pueden aprender con beneficio asegurado. Para ello recomiendo la lectura del texto La gestión del tiempo, donde se explican doce de estas estrategias que, aplicadas cada día, pueden ofrecer un gran beneficio respecto al tiempo de la persona.

Hablemos por último de la gestión del dinero. El dinero es, en realidad, una actividad consensuada por la que las personas pueden disponer o intercambiar el valor de objetos y servicios. Al mismo tiempo, el dinero es un tipo de energía que se mueve de mano en mano y que cada persona lo vive con unas implicaciones internas, muchas veces inconscientes. Hay quien siente el dinero como algo sucio, quien lo ve como lo más preciado de la vida o quien lo entiende como un medio para el disfrute o para sentirse seguro. La cuestión está, de nuevo, en que gran parte de la relación de las personas con el dinero es emocional y ello implica que, si esos programas emocionales son insanos, la relación será insana y, con ello, problemática. Desde quien lo gasta a manos llenas a quien lo guarda avariciosamente, desde quien no quiere ni tocarlo hasta quien se baña en él para su disfrute (como el Tío Gilito), las emociones están siempre presentes. Hasta tal punto el dinero tiene connotaciones emocionales que los bancos, las empresas de préstamos, las casas de apuestas y el comercio utilizan marketing emocional y neuromarketing para que las personas gasten su dinero en sus productos. Estas técnicas saben tocar los códigos adecuados para que la persona use su dinero de una manera concreta. Por ejemplo, las tarjetas de prepago, débito y crédito juegan mucho con esta cuestión, los préstamos que reúnen varias deudas, los pagos aplazados del tipo “y no pagues hasta marzo del año que viene”, los precios ajustados al último céntimo (¡sólo 999,99 euros!), las ofertas con tiempo limitado (¡esta oferta será solo durante tres días!). Hay tantas técnicas que es difícil enumerarlas todas.

“La revisión periódica de los patrones emocionales es necesaria para mejorar la gestión”.

Por todo lo dicho es importante que cada persona revise qué tipo de relación tiene con el dinero. Si es sana o insana, si está relacionada con el miedo, con la carencia, con el ejercicio de poder, con el aparentar o con la necesidad de compensar. La persona, al hacerse consciente de aspectos emocionales insanos en la relación con el dinero, puede transformar esa relación desarrollando nuevas estrategias. Esto no siempre es sencillo y en nuestra consulta hemos tratado muchos casos en los que la relación con el dinero (también con el tiempo y con la energía) ha sido unos de los principales ejes de actuación.

Cuando las emociones están en juego (y sucede en prácticamente todo) y no se sabe cómo solucionarlo, ponerse en manos de profesionales es un ahorro de energía, tiempo y dinero. Sufrir por estas cuestiones cuando se tiene la posibilidad de solucionarlas es una manera de garantizarse la angustia e, incluso, la ansiedad. ¿Por qué no poner solución?

José Antonio Sande Martínez

Terapeuta emocional

Noray terapia emocional

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