Todas las personas tenemos en nuestro ser un libro de instrucciones con diferentes capítulos: instrucciones emocionales y mentales, conscientes e inconscientes, sanas e insanas, del inconsciente personal, familiar, colectivo y transpersonal.

Unas de esas instrucciones vienen con nosotros desde el momento de la concepción y tienen que ver con nuestra alma, otras se configuran durante la gestación y el nacimiento y otras por la educación y las experiencias vitales

Libro de Instrucciones

Este libro de instrucciones condiciona la percepción, procesamiento, toma de decisiones y realización de acciones que vivimos día tras día y, sin embargo, muchas personas creen que piensan, sienten y actual libremente, según les venga en gana en cada momento. Nada más lejos de la realidad.

En ese libro de instrucciones hay unas que son de una categoría especial: los mandatos. Los mandatos son instrucciones que se han grabado en el consciente o en el inconsciente de una manera especialmente intensa, digamos que son instrucciones muy poderosas que obligan a la persona a sentir, pensar o actuar de maneras concretas sin poder evitarlo.

 

Incluso pueden llegar a condicionar toda la vida de una persona.

Hay mandatos con los que se nace, por ejemplo, las heridas del alma: herida de abandono, herida de agresión. También hay mandatos relacionados con costumbres familiares: “somos de familia pobre y siempre lo seremos”.

También hay mandatos transgeneracionales, que pasan de generación en generación, aunque no se verbalicen: “somos la familia de las santurronas y castas”. Y hay mandatos que una persona, en algún momento de su vida, se hace a sí misma: “nunca volveré a confiar en nadie”.

En realidad, hay millones de mandatos, ya que dependen no tanto de aquello a lo que se refieran (trabajo, familia, amor, amistad, dinero, etc.) como de la fuerza con que se grabaron y con la que actúan sobre la libre voluntad de la persona.

Estos mandatos, muchas veces actúan desde el inconsciente, condicionando nuestras vidas sin que nos demos cuenta, llegando a negarlo si nos lo ponen delante o sintiendo que no podemos hacer nada para librarnos de ellos. Sea como fuere, los mandatos son instrucciones muy marcadas, pero esto no impide que los podamos desactivar e incluso borrar de nuestro libro de instrucciones.

Expongo algunos mandatos recogidos de pacientes. Muchos de estos mandatos no eran considerados por las personas como algo insano, sino que pensaban que eran verdades necesarias para funcionar en la vida y no se planteaban los perjuicios que les podían estar causando. Otros, sin embargo, eran totalmente inconscientes, por lo que les condicionaban sin que pudiesen verlo y sin comprender las limitaciones que les causaban.

Muchos mandatos se presentan en forma de frases, refranes o sentencias que se han escuchado o pronunciado (automandatos) a lo largo de la vida, sobre todo desde la infancia y que, por ser recibidos como un estímulo frecuente o duradero, se han llegado a grabar con fuerza en la psique. Otros mandatos se han grabado porque se han vivido con mucha intensidad, aunque solamente fuese en una ocasión, pero una carga emocional alta puede tener el mismo resultado que la repetición o la duración. Veamos algunos ejemplos:

“Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer” (este es de los peores y más comunes).
“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” (¿por qué debe ser así?).
“Yo funciono mejor bajo presión” (y la carga de estrés ¿qué hacemos con ella?).
“Yo sólo decido cuando estoy entre la espada y la pared”.
“Para lucir hay que sufrir”.
“No te va a querer nadie si sigues así”.
“No des de qué hablar”.
“Las mujeres que salen de noche o putas o borrachas”.
“Una mujer sola no va a ninguna parte”.
“Para media salud, ninguna”.
“Los demás siempre juzgan”.
“Dios lo ve todo”.
“Siempre hay alguien mirando”.
“La familia es lo primero”.
“El trabajo es lo primero”.
“Los trapos sucios se lavan en casa”.
“Tienes que esforzarte más para ser alguien”.
“Si no estudias no servirás para nada”.
“Tú eres la guapa y tu hermana la lista”.
“Haz siempre caso a tu madre”.
“Nunca has sido nada y nunca llegarás a nada”.
“Quiero que seas perfecta”.
“Ver, oír y callar”.
“Las cosas o se hacen bien o no se hacen”.
“Sólo te puedes fiar de tu familia”.
“Que nadie me venga hablando mal de ti”.
“Tienes que caerle bien a todo el mundo”.
“Tú no discutas con nadie”.
“Nunca te des por satisfecha, siempre se puede hacer mejor”.
“Eres una inútil y siempre serás una inútil”.
“En el plato no se deja comida”.

Estos son una mínima parte de mandatos que me han trasladado pacientes a lo largo de los años. Sentencias, refranes populares, frases pronunciadas en un momento de enfado o frases hechas propias de una familia que se han grabado a fuego en sus cerebros.

Luchar contra estas instrucciones es muy difícil y, aunque se logre un día o dos, vuelven a aparecer, ya que están totalmente automatizadas y normalizadas, incluso escondidas en el inconsciente.

Para desactivar los mandatos hay que utilizar técnicas adecuadas que permitan abordar el trabajo de manera sana y con garantía de lograrlo, de otro modo, el esfuerzo puede ser muy alto y los resultados no necesariamente serán satisfactorios y duraderos.

Aquí entra el trabajo de terapia emocional, ahorrando tiempo y energía a la persona, ya que algo que a una persona por sí sola le puede llevar años, con la ayuda de un terapeuta emocional le puede llevar meses o semanas.

José Antonio Sande Martínez
Terapeuta emocional y terapeuta con Flores de Bach
Noray terapia y formación

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