Los cerebros de las personas están llenos de ideas, creencias y convicciones que damos por ciertas en la mayoría de los casos. Una creencia suele ser un conjunto de pensamientos con un significado mental, emocional, moral, ético, religioso, político o de otros tipos que se configuran a nivel neurológico como engramas, que son el soporte neuroquímico del pensamiento y la creencia. Estos engramas se fortalecen a medida que se utilizan, hasta que llega el momento en que funcionan de manera automática e inconsciente, por lo que la persona no se da cuenta de que están activos, filtrando la percepción de la realidad y mediatizando el procesamiento de la información, de modo que nuevas creencias se pueden (y se suelen) crear y desarrollar en base a las antiguas, es decir, a las creencias previas, lo que perpetua ciertas maneras de percibir, pensar y sentir. Pero ¿para qué sirven las creencias?, ¿qué función cumplen?, ¿hay creencias ciertas e inciertas?, ¿alimentan al ego o a la consciencia? Reflexionemos sobre ello.

Propongamos unas premisas de partida.

  • Una creencia es un pensamiento o idea que se sitúa en el cerebro y en la mente.
  • El cerebro (y, a menudo, la mente) no distinguen una creencia sana de una insana.
  • Una creencia puede ser consciente o inconsciente.
  • Una creencia está hecha de datos (inputs) de información interna y/o externa combinados.
  • Una creencia condiciona la percepción de la realidad interna y externa.
  • Una creencia condiciona la percepción que la persona tiene de sí misma, de las demás personas y de la vida.

Con estas premisas podemos definir una creencia como un pensamiento o idea sita en el cerebro y en la mente, cuya naturaleza puede ser sana o insana, consciente o inconsciente, configurada por datos de información interna y/o externa y que condiciona la percepción que la persona tiene tanto de sí misma como de las otras personas y de la vida. Y me gustaría añadir algo a esta definición: una creencia sólo es una creencia, no necesariamente es una verdad y, mucho menos, la verdad.

Las creencias tienen una función en la existencia (en realidad tienen muchas funciones) y probablemente sea un hecho que se da solamente en los humanos, pues está relacionada con las capacidades propias del neocórtex, zona del cerebro exclusivamente humana que tiene, entre otras, las funciones del razonamiento, la reflexión, el pensamiento lógico y la toma de decisiones con base intelectual, cuestión  que no siempre tiene que ver con la naturaleza de las creencias, pues éstas, a menudo, tienen una base emocional o instintiva.

Hemos de tener presente que nuestros pensamientos no son nuestra identidad, es decir nuestra mente no es el yo profundo (o el Ser esencial) sino, a menudo, el yo egoico, por lo que identificar lo que pienso con lo que soy no es una premisa válida de partida. Las creencias que habitan nuestra mente son entidades con naturaleza propia y ajena al yo, establecidas a través de la educación, la televisión y otros medios, las experiencias vitales y los inconscientes familiar y colectivo (“eso es pecado”, “eso no se puede decir en público”, “eso no es de hombres…”, “si hablas de eso qué van a pensar de la familia”  etc.), por lo que aceptar que yo y mis creencias somos uno es una limitación a la hora de existir y de evolucionar (el tan utilizado “es que yo soy así y no puedo cambiarlo”). ¿Qué podemos hacer entonces con nuestras creencias? En un nivel de consciencia no egoico, lo primero que hay que hacer con las creencias es ponerlas en duda o, al menos, en cuarentena. Lo que llevará a una situación como mínimo de relativismo, cuando no de desequilibrio y, posiblemente, de crisis existencial, situación que casi nadie está dispuesto a vivir de manera voluntaria. (Remito a la lectura del artículo “¿Qué es una crisis existencial?”)

Sin embargo, si somos capaces de mantener una postura de metaposición (recomiendo la lectura del artículo “¿Qué es la metaposición?”) ante la duda, descubriremos que aquello que parecía absoluto se convierte en relativo y accedemos, de este modo, al pensamiento relativista, fundamental para la evolución en niveles de consciencia que trascienden lo egoico-prepersonal. Entramos entonces en niveles en los que el ego deja de ser el amo para compartir territorio con la consciencia. Las creencias pueden considerarse escalones en los que apoyarse para seguir avanzando en la vida, tanto en lo externo como en lo interno. Si cada escalón es un apoyo para ascender a otro nivel, muchas creencias van a quedar atrás, permitiendo la entrada de nuevas creencias acordes a nuevos enfoques. Una persona que evoluciona en su existencia, puede ir cambiando sus creencias, incluso, hacia enfoques contrapuestos, sin que ello haya de ser contradictorio sino más bien evolutivo. ¿Es incoherencia?, visto desde fuera posiblemente, pero visto desde el interior de la persona se trata de un proceso evolutivo natural. No es que antes estuviese equivocado, es que antes, con sus premisas-creencias, la vida se planteaba de una manera y, ahora, con nuevas premisas-creencias, la vida se plantea de otra manera diferente.

Quizás una mirada evolutiva sea plantearse si tal o cual creencia alimenta al ego o alimenta a la consciencia. De este modo, se puede usar las propias creencias como piedra de toque para comprobar en qué medida se vive en ego y en qué medida se vive en consciencia. Si una creencia alimenta al ego, y somos conscientes de ello, quiere decir que ha llegado el momento de evolucionarla, cambiarla o dejarla por otra que alimente a la consciencia, de modo que nos aleje del Miedo y nos acerque al Amor. Se trata de un proceso de introspección que va a llevar toda la vida pero que, en cada paso dado, nos permite crecer en el Amor, en la serenidad y en las justas medidas. Este proceso no es sencillo, ni rápido, requiere un aprendizaje y una guía y mucha paciencia y perseverancia, pero es posible y muy satisfactorio por el camino que nos lleva a recorrer y por el destino al que nos dirige.

Quiero terminar con un pensamiento de San Juan de la Cruz que mi amigo Roberto ha traído a colación en este artículo compartido y que conecta con el trabajo que se propone a través de las creencias: “En el atardecer de la vida seremos examinados en el Amor”. A buenos entendedores con pocas palabras bastan.

José Antonio Sande Mtnez. y Roberto Sala Peón

Terapeuta emocional y floral

Noray Terapia Emocional

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