A menudo las personas viven en un estado inconsciente de agotamiento de su energía vital, lo que les lleva a sentirse cansadas en el plano físico, agotadas en el plano energético, desanimadas en el plano emocional, hastiadas en el plano mental y desorientadas en el plano trascendente. Este agotamiento es consecuencia de varios factores: malos hábitos de descanso y alimenticios, horarios laborales extensos o inadecuados, exceso de responsabilidades o mal reparto de las mismas, vidas sedentarias, mala gestión de la energía y el tiempo, relaciones personales, familiares o sociales insanas, etc. Son muchos los factores que terminan por abocar al agotamiento, y se pueden relacionar con cómo interacciona la persona con su ego y con su consciencia, pues ello define cómo se relaciona con la vida.

Como ya se vio en artículos anteriores se puede definir al ego como una estructura psíquica interna cuya función es la supervivencia y que se alimenta de estrés, excesos y carencias. A su vez la consciencia se puede definir como otra estructura psíquica interna cuya función es la evolución y que se alimenta de serenidad y equilibrio interior. Del equilibrio entre estas dos estructuras (dejamos el aspecto espiritual aparte) depende en gran medida que el uso de la energía psíquica o vital de la persona sea nutritivo y enriquecedor o tóxico y empobrecedor. Si es el ego el que predomina en la existencia cotidiana, y la persona no está en identificación con ese momento evolutivo egóico, entonces se produce un consumo excesivo de energía. Del mismo modo, si la persona vive aquello que le corresponde vivir (sea ego o consciencia), no consume energía de manera excesiva; vivir aquello que a uno le “toca” es parte de la experiencia vital enriquecedora, evolutiva y transformadora.

Imaginemos que todos tenemos un depósito de combustible que se llena cada mañana. Cuando se viven aspectos egóicos fuera de justa medida se van formando pequeños agujeros en ese depósito por los que se pierde, cada día, parte de la energía vital. Algunos de esos agujeros se van cerrando según se va evolucionando y ampliando la consciencia, pero otros se mantienen e, incluso, se hacen más grandes si el aspecto egóico se enquista. Todas las personas tienen cientos de agujeros pequeños y grandes en ese depósito y, cada día, van perdiendo energía. Unos más, otros menos, hay quien pierde tanta energía que no le da tiempo a recuperarla por las noches ni en el tiempo de descanso, por lo que viven permanentemente en déficit energético, es decir, cansado o agotados.

La cuestión es que muchos de los excesos, carencias y estreses egóicos son inconscientes, otros están totalmente normalizados y se viven en automático y otros se asumen como si no hubiese otro remedio. De esta manera una parte importante de la población vive en déficit energético “egóico”, pero no se dan cuenta. Para tratar de solucionar esta situación se recurre a diferentes remedios que no resuelven sino que ocultan el problema, son las adicciones y las distracciones que la sociedad consumista pone a disposición de la población: consumo, ocio, tecnología, “pastillas”, drogas, bebidas energéticas, estimulantes, materialismo, redes sociales, imagen…, infinidad de recursos que se ofrecen en un bombardeo mediático para que la persona no mire dentro de sí misma ni se pregunte por qué tiene tantos agujeros en su depósito de energía.

Una opción ante todo esto es plantearse tapar esos agujeros. ¿Y eso cómo se hace? Aquí entra en juego la consciencia, ya que con su despertar y desarrollo la persona evoluciona y mejora la relación que tiene consigo misma, con los demás y con la vida, aprendiendo a gestionar mejor esa energía psíquica, sacándole mayor partido y evitando perderla a base de alimentar al ego. ¡Pero claro, hablar de esto es cosa de locos!, ¿verdad? Ego, consciencia, energía psíquica, evolución, desarrollo interior, inconsciente… son términos que para mucha gente están fuera de su órbita intelectual y emocional. Quizás va siendo hora de que sean conceptos y recursos más cercanos, pues bien planteados y aplicados dejan de ser teorías para convertirse en recursos de aplicación cotidiana en los aspectos más sencillos (y también los complejos) de la vida.

El ego es un gran consumidor de energía, ya que provoca diferentes tipos de estrés en la persona para poder alimentarse. Esto ya está explicado en anteriores artículos sobre el ego y la consciencia. Sin embargo, la consciencia no sólo no consume energía, sino que la aporta a la persona, ya que se alimenta de serenidad, justas medidas y Amor, aspectos todos ellos vinculados al Ser Interior y a la Consciencia. Esto no quiere decir que quien se mueve desde la consciencia no se canse, pero la energía que utiliza se recupera con mayor facilidad y tiene una cualidad diferente a la energía egóica, es una energía nutritiva, sabia, positiva, apasionada. Es como llenar el depósito de combustible con un carburante de buena calidad que permite sacarle más rendimiento al motor.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de la población mundial aún viven en la fase egóica de su desarrollo, por lo que el combustible que utilizan es egóico, pero como explico en líneas anteriores quien vive en identificación con su fase egóica (vive lo que tiene que vivir) en realidad está haciendo un proceso de evolución de la consciencia, mientras que quien vive en ego debiendo hacerlo en consciencia es quien está utilizando una energía inadecuada y gastando su vida de manera insana. Según Jung: “Vivir una vida que no se desea vivir es una enfermedad de la que se puede morir”.

Si la persona “está en su lugar” y vive “lo que tiene que vivir”, aunque visto desde afuera pueda parecer insano o ilógico, en realidad está en un proceso de aprendizaje y evolución que permite el acceso a una energía psíquica de consciencia (aunque esté viviendo en ego), por lo que en realidad está “gastando la vida”, justo lo que se tiene que hacer para poder seguir adelante, evolucionando y alcanzando una mayor cuota de consciencia. Lo que agota es no vivir la vida que cada uno o una ha venido a experimentar y esto no debería tener que ver con las creencias del entorno, las normas morales, lo establecido o lo políticamente correcto. Es fundamental que cada persona encuentre su lugar, descubra su voz interior y transite el camino que su Ser Interior ha venido a recorrer, de esta manera uno o una se asegura de que la energía que utiliza es sana para sí mismo/a, aunque no lo sea para otras personas o haya quien no lo pueda entender.

Seguir el propio camino interior es una experiencia sana, energética y evolutiva. Todo este texto queda resumido en una expresión ya conocida de mis lectoras y lectores: Todo somos almas en proceso.

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