En el viaje del ego hacia la consciencia, cada paso que se da implica gastar el ego o alimentar la consciencia. En ambos casos, se avanza hacia el despertar espiritual, aunque éste sea un proceso que pueda llevar muchas vidas. Es un viaje que, generalmente, se da paso a paso, comprensión a comprensión. Y de esto quiero hablar: de la comprensión, porque entender no es lo mismo que comprender, al igual que conocimiento no es lo mismo que sabiduría.

Entender no es lo mismo que comprender

Para ello, comencemos por definir cada uno de estos conceptos. Como siempre, recurro al Diccionario de uso de español de María Moliner. El concepto entender, en su primera acepción, dice así: “percibir el sentido o significado de algo”. Veamos ahora comprender, también en su primera acepción: “Tener una cosa dentro de sí y formando parte de ella a otra”. Estos dos significados describen, claramente, la diferencia que para el trabajo terapéutico hay entre un concepto y otro.

Cuando una persona entiende algo, percibe su significado o sentido. Cuando la misma persona comprende, ese algo forma parte de ella y se conecta con otros aspectos, sobre todo emocionales, de modo que se convierte en otra pieza más del puzle del Ser Interior. Y esta diferencia es muy importante, porque para avanzar desde el ego hacia la consciencia y de ésta hacia el Espíritu, no basta con entender (aunque es un primer paso), sino que hay que llegar a comprender. Y ¿cómo se comprende?

La comprensión implica no sólo al plano mental, sino también al plano emocional. Por ello, es necesaria la experiencia vivida en primera persona o un grado de empatía muy elevado, porque es necesario sentir la experiencia en la mente y en el corazón. Con ello, no digo que haya que sufrirla, pero sí que haya que, al menos, sentirla. Por eso, las personas muy sensibles y empáticas, en general, comprenden mejor a las demás personas, mientras que las personas menos sensibles las entienden, pero no le es fácil comprenderlas.

Me viene a la mente un ejemplo que he visto repetido varias veces en la consulta de Noray Terapia Floral. Es el caso de aquellas personas que llegan con procesos depresivos, pero que comentan que nunca habían creído que la depresión fuese una enfermedad real. Suelen afirmar que, para ellas, era cosa de personas débiles o perezosas, personas con falta de voluntad o de “narices”, que sintiéndose tristes o desanimadas, no querían enfrentarse a sus problemas o a la vida. Podían entender que estuviesen tristes, sin fuerzas, sin ánimo, pero no podían comprender (entender + sentir en su ser) que no tuviesen fuerzas para levantarse y salir de esa situación. Ahora que a ellas les sucedía lo mismo, que no sabían cómo salir de aquel agujero, profundo y oscuro en el que habían caído, tomaban conciencia de lo que verdaderamente es una depresión, es decir, comprendían, porque la situación formaba parte de ellas y ellas formaban parte de la situación. Si no hubiesen vivido esa experiencia, seguirían medio entendiendo, pero no comprendiendo.

La comprensión implica no sólo al plano mental, sino también al plano emocional

No hace falta referirse a capítulos dolorosos de la vida, lo mismo sucede con cuestiones gratas: un tipo de comida, un estilo literario, una película, alguna experiencia, incluso con el Amor. Si se procesa la experiencia desde una observación externa, sin implicación emocional, ésta puede ser entendida: “entiendo que te gusten los callos madrileños”, por ejemplo, pero si uno los prueba y conecta grata y emocionalmente con la experiencia, podría decir: “ahora comprendo por qué te gustan los callos madrileños”. Y pongo este ejemplo porque fue algo que me sucedió a mí. Pero yo partía de una posición todavía menos favorable, ya que yo “no entendía cómo le podían gustar los callos a aquella persona (ni a ninguna)”.

Ahora que ya sabemos la diferencia entre entender y comprender, podemos asumir que, entender sólo es un pequeño paso hacia el desarrollo de la consciencia, mientras que comprender es un paso, digamos, más contundente. Usando un juego de palabras, suelo decirle a las y los pacientes: “lo que se comprende no se puede descomprender”. Y esto es así porque esa comprensión ya forma parte del puzle interno que va completando los aprendizajes del Ser Interior. Vivir las experiencias, sin hacer aprendizajes, mantiene a la persona en un bucle en el que la experiencia se repite una y otra vez, alimentando al ego y creando sufrimiento. Se podrá entender, pero seguirá sucediendo. En palabras de muchas personas: “no, si yo lo entiendo, pero no consigo dejar de tropezar en ello”. Vivir las experiencias e ir aprendiendo de ellas rompe el bucle del ego y lleva hacia la espiral evolutiva de la consciencia, en la que, aunque con esfuerzo y dolor en muchas ocasiones, se consigue no tropezar (o tropezar menos), de modo que se toma consciencia de aquello que “se podía hacer de otra manera”, más consciente, menos egoica, más cercana al Amor, menos cercana al Miedo.

Permitidme una última reflexión, al hilo del Amor y del Miedo. Las comprensiones, poco a poco, han de acercar a la persona al Amor, ya que caminar por la senda de la consciencia no tiene otro destino, aunque éste está tan lejos que puede no verse en los primeros pasos. Al principio, la persona sabe que ha abandonado el camino del ego, que tiene su origen en la Ignorancia y su final en el Miedo, pero el camino de la consciencia puede ser vivido con incertidumbre, porque nunca antes se había hollado y porque el final puede no ser visto con facilidad. Pero, según se va avanzando en él, la persona se va dando cuenta de que se aleja de la Ignorancia, de los miedos y del Miedo, y se dirige a un nuevo destino llamado Amor y Sabiduría. Os recomiendo leer el artículo amor, Amor, AMOR. Puede aclarar la cuestión del Amor como destino.

Perseverar en el camino de la consciencia ha de servir para acercarse a la Sabiduría y al Amor, aunque hay quien puede elegir el “lado oscuro” y utilizar la consciencia para seguir alimentando al ego. A veces puede ser un fastidio, muchas veces lo es, pero no hacerlo es mantenerse en la Ignorancia y el Miedo, es vivir en ego, y eso es lo que hace de este mundo lo que es en la actualidad: un mundo de egos, grandes y pequeños, vulnerables y vulneradores, que ni saben ni quieren caminar hacia el Amor. Cambiémoslo todos juntos. Atrevámonos a iniciar un proceso de cambio interior, personal, íntimo, honesto, profundo. De este modo, cambiaremos cada uno de nosotros/as y cambiará la Humanidad.

Si queréis profundizar en este camino de evolución os recomiendo mi último libro: El viaje del ego hacia la consciencia, editado por Arcopress en el 2019. En él, se propone un programa de veintitrés lecciones, con sus ejercicios, para aprender a estar en atención consciente e ir dejando atrás el ego, despertando la consciencia. También se explican tres diferentes modelos de consciencia: la Pirámide de Abraham  Maslow, la Dinámica Espiral de Clare Graves y la Escala de los niveles de consciencia de David Hawkins, proponiendo una teoría unificada que aúna los niveles de consciencia con las necesidades, las conductas, las emociones predominantes y los estadios de desarrollo.

José Antonio Sande Martínez

Noray Terapia Floral19

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