En la primera parte de este artículo explicaba la diferencia entre el dolor y el sufrimiento, de tal manera que el dolor se convertía en la opción sana y daba lugar a procesos potenciadores mientras que el sufrimiento, la opción insana, daba lugar a procesos limitantes. Explicaba cómo cada una de las opciones es una elección personal, y situarse en una de ellas tiene consecuencias en la vida. Así, el dolor enseña, moviliza, despierta, etc., mientras que el sufrimiento mantiene en la ignorancia, paraliza y aliena.

Pero la elección de una u otra vía no solo trae esas consecuencias. Al elegir situarnos en una de las opciones también activamos cualidades que nos potencian o nos limitan: al elegir el dolor nos movemos desde el valor y la responsabilidad y elegir el sufrimiento nos sitúa en el temor y la irresponsabilidad respecto a uno mismo.

Cuando una persona elige el dolor está actuando con valentía, porque acepta lo que sucede y decide recibirlo en su vida como una experiencia vital de la que aprender y con la que evolucionar. Cuando lo que se elije es el sufrimiento, consecuencia de negar el dolor, entonces la cualidad emocional que lo acompaña es el miedo, que puede presentarse disfrazado de muchas maneras.

Valor y miedo son dos facetas opuestas y complementarias, dos opciones desde las que vivir una experiencia no grata. Es fácil aceptar el lado bueno de la vida, lo difícil es recibir lo ingrato, lo doloroso o lo traumático con la misma facilidad.

Pensar que la vida sólo está compuesta de momentos gratos y agradables es una fantasía que demuestra inmadurez y una visión infantil de la realidad vital. En ocasiones hay pacientes o alumnos que me preguntan: “¿si tomo Flores de Bach ya no me voy a poner enfermo nunca?” o “¿si estudio Terapia Floral se van a acabar los problemas en mi vida?”. Esto no lo preguntan niños o niñas de siete años, lo preguntan personas adultas, con trabajos, hijos, responsabilidades… Su conciencia sobre la vida se centra en que no haya dolor, y eso es imposible. La cuestión no es que desaparezca el dolor, la cuestión es no convertirlo en sufrimiento y aprender de la situación vivida para transformarla en sabiduría interior. Esto me trae a la memoria la máxima: “lo que importa no es lo que nos pasa sino lo que hacemos con lo que nos pasa”.

Quien vive y practica el valor elegirá el dolor como vía de aceptación de la realidad, quien vive y practica el miedo optará por el sufrimiento como vía de no aceptación de la realidad y de los posibles cambios para su propia evolución. En ambos casos el esfuerzo, la resistencia, el aguante son necesarios, sin embargo, el modo en que se transita la vida es diferente. El valor para elegir el dolor requiere atrevimiento, arrojo, resistencia, perseverancia, conciencia y responsabilidad, mientras que el miedo que hace elegir el sufrimiento implica temor, no conciencia, alienación, victimismo, queja e irresponsabilidad, pero también resistencia. ¿En qué caso creéis que hay que hacer más resistencia? A mi entender en el sufrimiento porque, aunque es menos intenso, se prolonga en el tiempo mucho más que el dolor, en ocasiones durante toda la vida (esto lo he observado habitualmente en consulta). Si hay que emplear la misma resistencia, esfuerzo y energía… ¿por qué elegir que se prolongue toda la vida perdiendo tiempo y oportunidades de vivirla? Porque el miedo elije el sufrimiento, y se nos ha educado, casi siempre, en el miedo.

Vivir con miedo une al sufrimiento, vivir con valor une al dolor. Es irremediable en la vida humana la presencia de lo ingrato, la diferencia está en elegir entre dolor o sufrimiento. Como desde la infancia se suele enseñar a las personas a vivir en el miedo (sea la familia, la escuela o la sociedad), se les enseña, indirectamente a elegir el sufrimiento, anulando la posibilidad de contemplar otras opciones. A quien es educado en el valor o practica en su vida la valentía, el atrevimiento y la autoconfianza desde su Ser interior, raramente se le verá elegir sufrir, sino que elegirá afrontar las situaciones de frente, con entereza, firmeza y aceptación, optando de manera natural por el dolor.

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