El ser humano no nace sabiendo tomar decisiones, eso es algo que aprende, fundamentalmente en la infancia. Si bien desde el plano instintivo el niño toma decisiones básicas, hay otros mecanismos de toma de decisiones que se configuran en base a los planos emocional y mental y que, en los primeros años, tiene que desarrollar y poner en marcha. La educación, los ejemplos, las experiencias vitales, la imitación y otros factores, influyen en cómo el niño aprende a decidir.

Todas las personas desarrollan un mecanismo de toma de decisiones que, a lo largo de la vida, puede ir evolucionando y cambiando. Éste se configura con diferentes programas mentales y emocionales, y puede ser más o menos operativo en función de esos programas que utiliza para decidir. Además, dicho mecanismo suele ser inconsciente y automático, lo que implica que se tomen decisiones sin saber cómo se han tomado, siendo conscientes de algunos de los programas que se han activado, pero no de la mayoría, ni de la influencia que éstos tienen sobre las elecciones que la persona realiza.

El diccionario de la R.A.E. señala sobre decidir: (del latín decidere,cortar, resolver). 1. Cortar la dificultad, formar juicio definitivo sobre algo dudoso o contestable. 2. Resolver. 3. Mover a alguien la voluntad, a fin de que tome cierta determinación.

La definición alude a la acción, ahora bien, ¿cómo se llega a la acción de decidir?, ¿es automática?, ¿se aprende o se nace con esa habilidad?

La toma de decisiones no es siempre una cuestión instintiva, la mayoría de las veces es emocional y/o mental. Para aprender a tomar decisiones hay que desarrollar un “mecanismo de toma de decisiones” que sea consciente, libre, operativo y efectivo. En la mayoría de las personas, este mecanismo es inconsciente y está conformado por programas emocionales y mentales que dificultan la toma de decisiones libre. El mecanismo se desarrolla, fundamentalmente, en la infancia.

“Decidir” debería implicar desarrollar estrategias emocionales y mentales para poder elegir entre dos o más opciones, siendo la persona consciente de los aspectos internos que influyen sobre esa elección. Esos aspectos, creencias, sentimientos y emociones, limitan o favorecen la toma de decisiones hasta un punto que es difícil de comprender y aceptar. Todo esto se configura en la infancia, sin embargo, no es habitual educar ese mecanismo de toma de decisiones, que implica poner en juego y desarrollar una serie de cualidades concretas: atención, discernimiento, determinación, perseverancia, atrevimiento, aceptación del fallo y el fracaso, tolerancia a la frustración, responsabilidad, etc. Estas cualidades son enseñables y entrenables en los niños y niñas, lo cual no quiere decir que en todos los casos se desarrollen de la misma manera.

A la hora de tomar una decisión, cada persona tiene una serie de condicionantes o filtros, muchos de ellos inconscientes, que determinan la elección. Esos condicionantes son creencias y emociones que juegan un papel importante, tanto a la hora de limitar como de favorecer una decisión o elección “sana y equilibrada”.

Esos filtros, limitadores, se traducen en pensamientos inconscientescomo los siguientes:

– ¿Haré daño a alguien?

– ¿Ofenderé a alguien?

– ¿Le molestará a los demás?

– ¿Qué pensarán de mí los demás?

– ¿Podré hacerlo?

– ¿Fracasaré en el intento?

– ¿Es muy arriesgado?

– ¿Va a necesitar mucho esfuerzo?

– ¿Y si me equivoco?

– ¿Voy a hacer el ridículo?

– ¿Lo voy a conseguir rápido?

– ¿Me lo merezco?

– ¿Me voy a sentir mal si elijo esto?

– ¿Estoy siendo egoísta?

Lo mismo que se plantean como pregunta, se pueden pensar o sentir como afirmación: ¡seguro que hago daño a alguien!, ¡molestaré a los demás!, ¡seguro que fracaso!, etc. De este modo, los filtros, desde la mente, van tomando las decisiones de manera automática e inconsciente antes de que la persona pueda decidir desde la consciencia. ¿Y cuál es la diferencia entre tomar las decisiones desde la mente o desde la consciencia?, que la mente está programada, es automática y, a menudo, inconsciente, mientras que la consciencia funciona con otros parámetros: libertad, valoración, metaposición y conciencia.

Las personas viven en “acción” o en “reacción”. La acción es libre, en cuanto que se realiza desde la consciencia, mientras que la reacción está condicionada por la mente. Ambas pueden ser explicadas a través de un “¿por qué?”, que expresa justificaciones situadas en el pasado para explicar la acción o reacción. En realidad son excusas. Se puede profundizar más en el origen de la conducta y plantear un “¿para qué?”, descubriendo entonces las intenciones que se quieren alcanzar con la conducta. Es pues una proyección hacia el futuro y manifiesta unas razones. Sin embargo, si de verdad se quiere llegar al origen de la acción o de la reacción, la siguiente pregunta es “¿desde dónde?”, ¿desde qué programa mental y/o emocional se inicia todo? Con este planteamiento, y con suficiente entrenamiento, se puede “hacer consciente lo inconsciente” y conocer el programa o programas que originan la sensación, emoción, sentimiento y pensamiento que se expresarán, a posteriori, como una acción o una reacción.

Una vez comprendido el esquema, es fácil darse cuenta de que, la mayoría de las veces, aquellas decisiones que las personas creen que toman libremente, en realidad no son libres, su mente ya las tomó en el plano inconsciente, antes que la propia persona, y lo que la persona ha hecho es “hacer consciente” la decisión, no tomarla. Dicha decisión ha sido tomada de manera automática por los filtros que la propia mente ha ido incorporando a lo largo de los años, en base a programas emocionales y mentales inconscientes y, muchas veces, limitadores. Aquí es donde se pone de manifiesto la necesidad de desarrollar un “mecanismo de toma de decisiones” consciente, equilibrado, libre y sano. Un mecanismo de toma de decisiones que se sitúe en la consciencia, y no en la mente.

En la formación que los sistemas familiares y educativos dan a los niños, no es habitual que se les enseñe a decidir, y menos que se les enseñe a ser conscientes de “desde dónde” deciden. Este mecanismo suele configurarse de manera natural a lo largo de la infancia y juventud, por lo que se va “contaminando” de programas limitadores que condicionan las decisiones. Unas veces ese mecanismo de toma de decisiones se configura de manera equilibrada y otras de manera desequilibrada, aunque lo que más limita, según mi experiencia con pacientes y alumnado, es que el mecanismo sea automático e inconsciente. Una película que refleja muy bien este argumento es “Click” protagonizada en el año 2006 por Adam Sandler, Kate Beckinsale y Christopher Walken, que recomiendo. En el anexo sobre películas explico las claves para ver y extraer la enseñanza que conlleva.

También en necesario señalar la diferencia entre la reflexión y la duda. Mientras que la primera tiene más que ver con la valoración de la situación, las opciones y las consecuencias, la segunda está relacionada con el miedo al fallo, a la equivocación, a dañar, molestar u ofender, a decepcionar, quedar mal o no ser aceptado. Son pues dos cuestiones diferentes que hay que saber identificar y diferenciar.

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