Yo soy fulanito, yo soy madre, yo soy carpintero, yo soy la hija de menganita, yo soy divorciada, yo soy enfermera, yo soy buena persona, yo soy…. Es común que a través del verbo ser construyamos una identidad. En ocasiones esa identidad es favorable: “yo soy el mejor en esto”; en otras ocasiones es desfavorable: “yo soy muy torpe para eso”. Sin embargo no somos conscientes de que cada vez que decimos que somos algo, el cerebro y la mente lo toman como una instrucción que ha de ser cumplida. Cuantas más veces repitamos la orden, cuanto más tiempo la mantengamos en activo, más posibilidades hay de que una parte de nuestra identidad se configure en torno a ese “yo soy…”. Así, he conocido a personas que eran tontas porque sus padres se lo hicieron creer desde la infancia a base de repetírselo. También he conocido a personas con la idea de que eran feas porque su entorno se lo reiteró al no responder al ideal de belleza del momento o de la familia. Si el cerebro recibe la información “eres tonto” o “eres feo”, inicialmente lo graba como datos, pero si esa información se repite una y otra vez, y la mente comienza a repetirla sin que ya nadie tenga que decirlo, entonces la información pasa de ser un dato a convertirse en una realidad, creando una identidad que puede perdurar limitando o haciendo daño mucho tiempo, en ocasiones toda la vida.

Y la gente sigue con el yo soy. Ya hace años que tomé para mis clases una forma reflexiva, poco común que debería utilizarse mucho más, ya que es una palabra de gran utilidad y poder. Esto verbo en reflexivo es: serse. Y tiene sus tiempos verbales y todo: yo me soy, tú te eres, él/ella se es, nosotros/as nos somos, vosotros/as os sois, ellos/as se son. Suena bien. Según el Diccionario de uso el español de María Moliner, en su quinta acepción reflexivo se refiere a ”la oración con un pronombre reflexivo (que hace referencia al sujeto) en el cual la acción recae sobre el mismo que la realiza” la aclaración entre paréntesis es del autor del artículo. Así que serse sería algo así como que cuando soy el ser no recae sobre algo externo sino sobre mí mismo, es decir, me soy. Ya sé que suena raro pero después de años de experiencia como terapeuta mi convicción es que las personas se enferman porque no se son, sino que son lo que otras personas esperan, lo que la sociedad impone, lo que la educación dicta, lo que la religión ordena, etc., etc., etc.

Cuando una persona se es no es nada más que ser, cuando una persona es algo deja de serse a sí misma. Concluyo pues que no ser es el mejor modo de ser, y para ello habría que enseñar a la gente a serse. Pero… ¿cómo enseñar a serse si no conocemos la palabra, el verbo ni la acción?

Propongo que cada quién practique y difunda el concepto “yo me soy” como una reivindicación del derecho a serse sin necesidad de ser nada más que lo que se es, sin aditivos ni complementos. En primer lugar yo me soy, después puedo ser maestro, padre, madre, conductor o cartera pero, sin duda, antes he de serme y aceptarme en mi Ser interior, construir mi identidad en el hecho de existir y ser, y no de profesiones, posesiones o imágenes proyectadas, ropajes que envuelven al Ser, lo disimulan e, incluso, lo ocultan hasta hacernos olvidar que no somos lo que aparentamos sino lo que ocultamos.

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