Aunque parezca una incoherencia una de las barreras más comunes que se da en terapia emocional a la hora de avanzar en los procesos de sanación es la necesidad de muchas personas de entender las cosas para poder aceptarlas. Esto se debe, a menudo, a que la mente está entrenada para que la información que le llega encaje con las creencias establecidas anteriormente y, si no es así, esa información se ve como una pieza de otro puzle que no tiene cabida en el que la persona ya tiene en la cabeza.

Siguiendo con la metáfora es como si la mente tuviese un puzle ya montado de lo que es un tema, sea el amor, la salud, la ética, la comida, y si a ese puzle se le trata de “colar” una pieza que no le pertenece, entonces la mente la rechaza sin darse permiso para valorar si en realidad podría tener su lugar, aunque fuese en una esquina. Así que esta nueva pieza, que podría aportar un nuevo color o una nueva imagen al puzle, y que le permitiría ampliarse por ese lado, queda marginada o, directamente, vetada, porque no encaja con las demás. Esto es un mecanismo de defensa de la mente (un mecanismo de supervivencia del ego) que se niega a aceptar lo diferente, lo extraño, lo que aparentemente no encaja, es decir, aquello que la persona no es capaz de entender, de encontrarle encaje con las otras piezas del puzle mental. Aquí es donde muchas personas dicen eso de “yo lo tengo que entender todo” o “si no lo entiendo no lo puedo aceptar” u otras frases que, a base de repetirlas, se convierten en mandatos autolimintantes, aunque la persona no sea consciente de ello.

Sin embargo, la mente también tiene la capacidad de aceptar sin necesidad de entender. Es una opción que existe pero que no todo el mundo tiene activada, muchas personas ni se plantean que pueda ser posible aceptar sin entender, algo así como “¿Cómo voy a aceptar algo que no entiendo?, ¡eso no se puede hacer!”. Pero esta afirmación no es cierta, la mente puede aceptar sin entender si la entrenamos para ello, de hecho, muchas personas lo hacen cada día.

Hay diferencias significativas entre entender y aceptar. Entender requiere que la nueva pieza de información encaje en el puzle interior ya existente, de modo que, aunque haya que mover algunas piezas (creencias, ideas, paradigmas) esta nueva pieza encuentra un lugar. Aceptar sería como si la nueva pieza no encontrase encaje en el puzle mental de la persona, pero, de todos modos, fuera colocada en algún lugar, a la espera de que quedase un hueco o se montase otro puzle con esa pieza y otras que pudieran ir encajando. A la mente que le cuesta aceptar es porque le cuesta crear un nuevo puzle o abrir el ya existente para recibir una pieza que ni por colores, ni por imagen, ni por forma pertenece al puzle mental ya existente.

La resistencia a encajar esa pieza viene dada por diferentes causas: cerrazón mental, orgullo, sentimiento de superioridad, convicción de que nada nuevo se puede aprender, necesidad de que todas las piezas encajen, dificultad para aceptar lo diferente, necesidad de tener todo bajo control, miedo a la incertidumbre, creencia de que se sabe todo o de que siempre se tiene la razón, intolerancia…, en el fondo todos son miedos a salir de la zona de confort o de seguridad que se ha creado con el puzle ya conocido, porque una nueva pieza puede implicar cambios, novedades, rupturas, pero también evolución, crecimiento, expansión, cosas que no todo el mundo quiere y muchos rechazan.

Hasta tal punto hay personas que solo procesan la información para entender que, cuando se les plantea la necesidad de aceptar no saben cómo se hace. Aceptar es un proceso mental y emocional, es una manera de relacionarse con un suceso o una idea que se aprende, pero que requiere más que una mirada intelectual, de control y ajuste de las piezas. A menudo entender trata de evitar el dolor, lo que llevará a la persona al sufrimiento, mientras que aceptar pasa por una mirada más emocional y de

aceptación del posible dolor. Pero ¿qué dolor puede provocar aceptar sin haber entendido? Pues el dolor de poner una pieza diferente y sin aparente sentido en el puzle perfecto que la persona tiene montado en su mente. Esa pieza que es diferente, rara, fea, inexplicable, que rompe la armonía, la perfección, la belleza o el equilibrio que la persona había logrado a lo largo de los años, esa armonía y perfección que, muchas veces, es sólo una ilusión cuando no una mentira, pero que ha permitido a la persona sobrevivir frente al mundo exterior. Incluso puede ser que ese puzle mental tan perfecto esté dañando a la persona o a su entorno, que realmente haya que abrirlo, cambiar algunas piezas o incorporar otras nuevas pero que, por miedo a lo desconocido o diferente, por no atreverse a recibir una nueva pieza y buscarle un lugar, aunque sea en el montoncito de las piezas sin colocar, la persona sigue eligiendo el sufrimiento y perjudicándose a sí misma y puede que a los suyos.

Las personas que quieren o necesitan entenderlo todo no se dan cuenta de que es el ego (el mecanismo interno de supervivencia) el que les crea tal necesidad. Esta actitud, a menudo, tiene como función proteger del dolor del cambio, pero el resultado es que crea sufrimiento, limita la evolución e, incluso, la resolución de situaciones, ya que lleva a la persona a una actividad mental continúa intentando encontrar las explicaciones y pudiendo llegar a callejones sin salida, bucles mentales y pensamientos obsesivos.

Aceptar es doloroso, a veces mucho, pero querer entenderlo todo para poder aceptarlo es un desgaste y un sufrimiento, pues hay situaciones que, por mucho que se procesen a través de la mente, no terminan de encajar en el puzle interior, no porque no sean lógicas, sino porque no responden a la lógica de la persona. Esto se puede dar en cualquier ámbito de la vida: pareja, familia, trabajo, amistades, enfermedades, desencuentros, creencias. Cuando estas situaciones tratan de ser entendidas una y otra vez y esto se lleva fuera de justa medida, se está alimentando al ego interior, que crece con el estrés, con los miedos, con los excesos. Sin embargo, la capacidad de aceptar alimenta a la consciencia, esa parte de las personas que favorece la evolución, que hace más fuertes, resilientes y conscientes a las personas y que, a medio y largo plazo, alivia más que estresa y aparta el sufrimiento, aunque ello implique experimentar el dolor.

En cierto modo aceptar es un pequeño acto de fe, un acto de valentía en el que se recibe un pieza desconocida y se le busca ese encaje en el puzle interior para que ese puzle crezca, evolucione y se convierta en otra imagen, lo que puede dar como resultado un proceso evolutivo que sacará a la persona de sus zonas de confort (a menudo insanas) y le llevará a explorar nuevos territorios. “¡Qué pereza!” dirán unos, “¡Qué miedo!” dirán otros, “¡Qué fastidio!” dirán los de más allá. Lo que quizás no acaban de “entender” es que vivir en el “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, vivir en la pereza o vivir en el miedo al cambio y a lo nuevo, puede llegar a crear mucho más malestar, estrés o ansiedad que realizar actos de aceptación capaces de sanar y hacer evolucionar a esa mente que tanto necesita entender.

 

José Antonio Sande Martínez
Terapeuta emocional
Noray Terapia y Formación

× ¿Cómo puedo ayudarte?
Ir al contenido