Relato:

Reconciliarse con una misma

Lucía, 35 años, 2018.

Frustración, culpabilidad, agotamiento, tristeza, crisis existencial, desaliento, etc. eran algunos de los sentimientos con los que llegué hace prácticamente un año a Noray Terapia Floral. Antes de ello pasé por varios psicólogos sin éxito alguno. Cada vez que salía de la consulta todo parecía que iba a cambiar, sin embargo todo seguía siendo igual, mientras que mi desilusión se incrementaba de manera exponencial. Esta situación resultaba ser cada vez más crítica para mí. Me ahogaba, me bloqueaba, me humillaba, y no sabía ni podía desprenderme de todo lo insano que me rodeaba.

Una tarde-noche, bajo el influjo de aquel gran estado de angustia en el que me encontraba, recordé a alguien que había pasado por una situación difícil, y que tras hacer terapia con Flores de Bach parecía otra persona (en positivo). Pese a que hacía tiempo que no hablaba con él, no dudé en llamarle. Fue una auténtica llamada de socorro. En cuanto escuché la pasión con que me relataba su experiencia con la Terapia Floral, me aferré a ella pese al escepticismo inicial que podía sentir.

«Yo tenía un objetivo claro, recuperar la serenidad que perdí y que tanto anhelaba.»

Desde un primer momento de la consulta se pusieron las cartas sobre la mesa y se estableció el compromiso. Me tenía que esforzar para que el resultado fuera positivo pero el esfuerzo no era un problema para mí. Yo tenía un objetivo claro, recuperar la serenidad que perdí y que tanto anhelaba.

En aquella primera sesión escuché con gran incredulidad que en un par de meses me sentiría notablemente mejor. Sin prácticamente reparar en aquellas palabras que podían ser las de un mero vendedor, las almacené en mi memoria y me dediqué poco a poco a seguir las instrucciones que recibía y a prestar atención a lo que sentía. Terapeuta, paciente y esencias florales, éramos un equipo en el que cada uno tenía su función para alcanzar el objetivo, la serenidad.

Fueron pocas las sesiones necesarias para: 1) recaudar algunas de las herramientas que me ayudarían a realizar una mejor gestión emocional, 2) sentir el efecto de las esencias florales en mí y 3) ser consciente de mi notable mejoría emocional. Y sí, sorprendentemente esto ocurrió transcurrido un par de meses, tal y como el terapeuta indicó en aquella primera entrevista. En ese momento, ya no me aferraba a la Terapia Floral como mi tabla de salvación sino que ya era capaz de sentir, desde una perspectiva más tranquila, que aquellos botecitos, que aquellas actividades que parecían inicialmente “tontas”, tenían un gran sentido y así se estaba viendo reflejado en mí.

«Terapeuta, paciente y esencias florales, éramos un equipo…»

El tiempo transcurría, las sesiones continuaban y mi deseo de volver a ir a cada consulta aumentaba, pero simplemente por las ganas de compartir cuáles eran los avances y cómo mejoraba. Entre consulta y consulta, anotaba con ilusión todo aquello nuevo que sentía para cuando llegara la próxima poderlo compartir. Me sentía muy orgullosa de mis avances en materia de gestión emocional, al mismo tiempo que anonadada por los logros que estaban consiguiendo terapia y terapeuta en mi persona.

La terapia terminó y aquella persona, YO, que inicialmente llegó con un mapa emocional en el que primaba el miedo a la soledad (problema fundamental por las circunstancias del momento) y el exceso de autoexigencia y timidez, sufrió una pequeña-gran metamorfosis. Esta conversión fue el resultado de un período de transición en el que se dedicó a conocerse, al mismo tiempo que a desprenderse de los patrones insanos adquiridos, para así encontrar el equilibrio que le llevaría en volandas a la tan añorada serenidad.

«Me sentía muy orgullosa de mis avances en materia de gestión emocional…»

A día de hoy, y ahora sí hablo en primera persona, ya no tengo miedo a estar sola. No quiero decir que la soledad sea mi estado utópico en el que vivir, pero sí he experimentado y experimento que en soledad soy capaz de estar serena y feliz. En este tiempo de terapia, he conseguido “reconciliarme con mi casa” (en realidad conmigo misma) y sentirla el hogar que me cobija. Hace un año, la situación era bien diferente, en tanto que el mero hecho de pensar en que se acercaba el momento de atravesar su puerta y entrar, era motivo de ansiedad. Por otro lado, sigo siendo una persona autoexigente y tímida. Sin embargo, considero que de un modo equilibrado. En la actualidad mi autoexigencia no me genera estrés y mi posible timidez (bastante aminorada) no me limita. Por poner algún ejemplo, tanto es así que a día de hoy, por motivos profesionales, soy capaz de ofrecer conferencias ante un par de cientos de personas, sintiendo una tranquilidad, firmeza y seguridad en mí misma que se transmite a los oyentes, tal y como ellos mismos comentan. Por último, decir que quienes me conocen bien y quienes me conocen no tan bien, coinciden. Ellos hablan de brillo, de luz, en definitiva entiendo que de energía positiva. Energía que de no estar serena no sería capaz de emitir, así que el objetivo ha sido conseguido.

Gracias Noray Terapia Floral por hacerlo posible. Hemos sido un gran equipo.

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